miércoles, 25 de mayo de 2011

San Lesmes, vida y parroquia

Editorial

San Lesmes: Abad, santo y patrón

Se ha dicho, no sin razón, que los Santos no son de donde nacen sino de donde mueren, y así, al conmemorar su gloria, se toma como base el día de su muerte, que es el de su nacimiento a la verdadera vida, la del cielo.
Por eso, aunque nacido en Francia, como en Burgos vivió, en Burgos ilustró a sus habitantes con sus virtudes y con su ejemplo, y en Burgos murió y se guardan sus restos mortales, Burgos tiene amor y devoción a su patrono San Lesmes.
Y esta devoción no ha disminuido con el pasar de los años y los siglos, y hoy, después de nueve centurias, se mantiene viva y pujante, y autoridades y pueblo, en mutua aunque desigual competencia, mantienen ardiente la llama del amor y devoción que siempre han sentido por el padre Adelelmo.

Es verdad que ha habido alguno a los que no les parecía bien tener por patrón a un Santo francés, como ha habido quien dudaba de la realidad de San Lesmes y de que se conservaran sus restos. Pero el hallazgo de sus restos completos, en el lugar donde se afirmaban que se hallaban, y el faltar de ellos, según dictamen médico, el que está en el Relicario y se conserva en la parroquia y al que se veneraba desde hace siglos, ha venido a disipar las dudas y afirmar la realidad de San Lesmes, avivando más y más la devoción hacia su figura.

Por otra parte, en un cuaderno estudiado por Jaime Vargas Vivar, antiguo coadjutor de la parroquia, se encuentra abundante bibliografía del Santo, lo que indica que su figura fue objeto de la atención de un gran número de autores y biógrafos, no sólo coetaneos sino también de épocas posteriores, que, al hablar de él, vienen a justificar no sólo su existencia, sino también la grandeza de su vida, sus virtudes y milagros, y su santa muerte, que le hicieron acreedor de nuestra devoción y amor.

Pero no sólo de la devoción vivía el Santo, que acabó de conquistar el cariño de la gente con el asunto de las esguevas, un episodio, causado por el agua estancada en el cauce del río Vena, donde se formaba un lago que llegaba hasta Gamonal. El santo logró, mediante un sistema de esguevas y canales, que el agua estancada entrara en la población para satisfacer necesidades y regaba los campos de cultivo, obrando unas maravillosas huertas.

El abad, santo y patrón, que llegó “para que con su santidad y vida ejemplar ilustrase y amparase estos Reinos de Castilla”, a petición de la reina Doña Constanza, con sus dotes intelectuales y morales trabajó con tanto acierto en el desempeño de la misión que le había sido confiada, que bien pronto se convirtió, con su oración y con su ejemplo, en verdader escuela de perfección. Él alentó a los fervorosos y excitó a los perezosos, favoreció a los débiles y levantó a los caídos.

Aquel varón santísimo que ilustró al mundo con los destellos de su santidad, fue siempre tan lleno de Espíritu Santo que, viviendo en el mundo, murió para las cosas del mundo y vivió sólo para Dios, y obró muchos milagros.


Artículo

Fría y feliz fiesta

No se puede negar que fue un abad valiente. Que se atrevió a venir desde Francia para enfrentarse al frío, al barro, a la enfermedad, a la pobreza, a la escasez. Que mejoró con su conocimiento sobre esguevas la salubridad del monasterio donde estaba destinado. Que orientó a los peregrinos para que siguieran su camino. Que intentó luchar con pan contra el hambre. Que intentó aliviar a los enfermos, y enfermó sin alivio posible en el intento. Que fue Santo, conocido y venerado en vida, obligatoriamente reconocido tras su muerte. Que aunque no estuvo mucho tiempo aquí, dejó una huella totalmente imborrable.
Y eso se ha celebrar. Y por eso, los burgaleses, se han de reunir. Y se reúnen. Y han de cantar. Y cantan. Y han de bailar. Y bailan. Y, por supuesto, han de comer morcilla y chorizo para combatir al frío, que a pesar del paso de los años, sigue anclado a la ciudad como una castañera a su puesto, y, por supuesto, comen.
Una vez más, un año más, Burgos ha vivido la fiesta de su patrón, San Lesmes, y aunque el tiempo intentó boicotear el día, cientos de personas participaron en las actividades organizadas con motivo de este día. Se sucedieron los bailes regionales, el típico reparto de pinchos y los roscos dulces y de pan, imprescindibles en la cita con la tradición.
Los más viejos del lugar dicen que los jóvenes se preocupan poco, y los jóvenes no hablan porque están comiendo. La religión y la costumbre no molan, parece algo irremediable. Pero siempre hay sitio para la esperanza, los jóvenes de la Iglesia también han hecho su aparición y su aportación. No todos comen y callan. Algunos preparan la comida y hablan. Y bien claro. Todos debemos poner más. No es problema exclusivo de la juventud, porque hay quien también arrima el hombro.
Comenzó entonces a caer una fina lluvia, y, más tarde, unos miedosos copos de nieve se dejaron ver, e hicieron las veces de caspa en las capas de los gigantillos. No sólo en Sampedros se dejan ver. Siendo de Burgos deben probar el frío burgalés. En esta ocasión cumplían el medio siglo de veneración al Santo, ellos también celebraron algo. Entre danzas y flautas, aparecieron las autoridades. Infalibles en estos actos. Han de hacer campaña y dar buena imagen los que vienen y prometen, y han de disfrutar y de aprovechar las festividades los que se queden o puedan quedarse. Y agradecieron a las asociaciones el apoyo prestado, ya que son quienes sustentan estas actividades, contribuyendo con fondos, colaborando de un modo total con la organización del evento y la disposición de los puestos y realización de los preparativos necesarios.
El pueblo es quien ha fortalecido una costumbre que estuvo debilitada. Porque es el pueblo quien decide a quién recordar.


 
Reportaje

Iglesia de San Lesmes, historia de un conjunto artístico incomparable

Me acerco poco a poco por la parte trasera de la Iglesia de San Lesmes, patrono de la ciudad de Burgos. La verdad es que su aspecto, en principio, no difiere del de cualquier otra iglesia de ciudad con un número considerable de habitantes y unos cuantos siglos de antigüedad.

Situado al lado del monasterio de San Juan y formado por tres naves con crucero, dos puertas y un ábside poligonal, y situado al lado del río Vena antes de su desembocadura en el Arlanzón, este templo, cuya fecha de construcción es una verdadera incógnita, puesto que como apuntaba ya el Becerro del monasterio de San Juan: “en aquellos tiempos se dejaban muchas cosas sin escribir”, fue derribado dada la devoción creciente y ferviente por San Lesmes para construir un nuevo templo, cuyo estilo era gótico, perteneciente al tercer período.

Tras su reconstrucción, y llegando ya al siglo XVI, tuvo la iglesia que ser reformada porque los pilares ojivales que sustentaban el peso de la nave mayor comenzaron a resquebrajarse de un modo preocupante, y tan sólo unos años después el estado de la construcción tan sólo podía clasificarse como de edificio en ruinas.

Este siglo fue esplendoroso para la parroquia, ya que tras las reformas, a este período también pertenecen algunas de sus capillas, como la de la Cruz de la familia de los Salamanca, la sacristía, la Capilla de Ntra. Sra. de Belén, los magníficos sepulcros de los Medinas y Castillos de la nave principal, los tres altares sepulcrales de las naves laterales y de la columna central del crucero, el Coro construido a expensas de Diego de Sandoval, y el púlpito, un conjunto constituyente de un riquísimo tesoro que está escondido intramuros del templo.

Tras esta restauración, hubo que realizar otra, de unos nueve años de duración aproximada, y en la que hubo que consolidar dos pilares primitivos que ofrecían evidentes señales de ruina. El costo de las obras que se realizaron fue de unos 131.177 reales, y las limosnas cubrieron todo el costo a excepción de 20.00 reales, que fueron suplidos por el entonces coadjuntor de la parroquia.

Pero la desgracia se volvió a cebar con la Iglesia del abad de Loudum. Cuando las obras se iban a dar por terminadas, estaban todos los desperfectos arreglados y todo lo que se salió de él, estaba dentro de su orden, una tremenda inundación provocada por el río Vena cubrió parte de la ciudad, no sólo la parroquia, llegando a alcanzar el agua una altura de dos metros en la Plaza Mayor.
Dentro de la iglesia, destrozó el pavimento de madera, hizo que las mesas, bancos y confesionarios flotaran en el agua, y alcanzó un metro el depósito de barro, piedras, madera y restos que se acumuló entorno al sepulcro de San Adelelmo.

Aunque ni mucho menos se acaban aquí las desgracias. Entrados ya en el siglo XX, se produjo un incendio en el órgano de la parroquia, por un descuido del grupo de obreros que dejaron una vela prendida en el interior del instrumento. No sólo el órgano, sino también el espectacular rosetón de grisallas policromadas en el que se veía una gran imagen de San Lesmes, y que databa del año 1554.
El rosetón estuvo unos años cerrado con un panderete de ladrillo hasta 1948, cuando, siendo párroco D Félix Niño Palomino, se colocó otra vidriera artística con la imagen de San Lesmes en el centro, rodeado de una hermosa greca con tres medallones, representando otros tantos rasgos de la vida del Santo y otro en la parte inferior con el escudo de la ciudad. El importe de este rosetón se elevó a las 20.000 pesetas, producto de una suscripción, y en esa fecha se colocaron también cristaleras nuevas en otras varias ventanas.
El órgano fue inmediatamente sustituido por otro nuevo, que es de los mejores de la ciudad y que más tarde fue completado, en 1974.

La última de las restauraciones practicadas en el templo fue la del año 1956, porque, a pesar de que en 1967 y en 1978 hubo otras modificaciones, estas fueron realizadas como obras de embellecimiento, y no porque la iglesia presentara síntomas de ruindad.
Como decía, fue necesario comenzar las obras dado que el tejado se hundió en parte, y amenazaba con la ruina total de la construcción.
Ante esta urgencia el párroco habló con el arquitecto D. Marcos Rico, burgalés y feligrés ilustre de la parroquia, quien estudió la mejor solución, diseño un proyecto para llevar a cabo la reforma y se encargó de la dirección de la obra, de modo desinteresado. También, una vez más, las limosnas de los fieles fueron fundamentales para la consecución de las obras, que alcanzaron un presupuesto de dos millones de las antiguas pesetas, siendo de 900.000 el valor inicial.
Aunque la construcción de un nuevo tejado supuso un esfuerzo de mayores proporciones que las esperadas, quedó finalmente todo en perfectas condiciones, salvo un pequeño torreón que se levantaba sobre el crucero y que desapareció. A continuación, se procedió a reformar la casa del sacristán reconvirtiéndola en salones parroquiales.

Tras recorrer su historia, me atrevo a adentrarme en el templo. Y no podría estar más de acuerdo con las palabras del Padre Palacios en Historia de Burgos cuando afirma, al entrar en la iglesia de San Lesmes, :”El todo de esta iglesia es maravilloso, tanto que parece más una iglesia catedral que una iglesia parroquial, según su grandeza y suntuosidad”. Tiene forma de cruz latina, con tres naves de titánicas dimesiones (la central mide 47 metros de larga por 9 de ancha), y presididas por tres altares.

La bóveda de la nave principal es de gran belleza y hoy, después de su restauración, ha desfigurado completamente la iglesia, pues en su reforma se hizo según el estilo de la época, el Renacimiento, desvirtuando por completo el primitivo gótico del tercer período.
Sus nervios forman bellas y complicadas estrellas en sus tramos, conservando en algunos centros elegantes florones.

Pero me gustaría centrarme en sus altares. En concreto, y para terminar, en dos de ellos: El Altar Mayor y el Altar de la Santa Cruz de la Capilla de los Salamanca.

Hasta 1750 había otro altar situado en el lugar del Altar Mayor, pero fue cedido a la parroquia de Santo Tomás, de Covarrubias, según una nota sacada del archivo parroquial por el Sr. García Rámila.
Costó el nuevo altar, sin la madera, 18.000 reales vellón. Este altar, montado sobre un zócalo de piedra, sube hasta la bóveda que cubre en forma de concha, cortada por los dos ventanales situados en la parte alta del mismo, y, para acomodarse a la forma hexagonal del ábside, forma dos diedros muy abiertos, encuadradas por dos pares de columnas de las que las dos centrales llevan talladas, en sus dos tercios y en la base, las estatuas de la Fe y la Esperanza.
Las dos columnas exteriores, que están invertidas, llevan talladas adornos propios de rococó, al igual que el resto del Altar, cuajado de adornos.
Ocupa el centro San Lesmes, al lado del evangelio está Juan Evangelista y al lado de la Epístola se encuentra San Gregorio Magno.

Sobre el titular se observa la Asunción de la Virgen, rodeada de ángeles que sostienen una cartela con la inscripción: “Tota Pulchra Es María”.

Se desconoce a los autores del retablo y las imágenes, y sólo se sabe que fue costeado por D. Féliz Sánchez de Valencia, feligrés de San Lesmes, después de haberlo side de San Lorenzo el Viejo, que fue enterrado en la parroquia el 1 de abril de 1753, después de haber recibido del clero de la parroquia el título de gran bienhechor de la parroquia.

El Altar de la Santa Cruz de la capilla de los Salamanca ha sido objeto alabanzas por parte de muchos escritores, que lo han ponderado sobremanera, haciendo resaltar su artística belleza y lo delicado y arduo de su labor.

Es uno de los más bellos retablos de estilo flamenco y una de las joyas que encierra esta parroquia de San Lesmes, ya que todo en él es verdaderamente bello y está tallado en nogal y roble, lo cual hace aún más meritoria su labor fina y delicada. Está encuadrado por una greca de piedra, de bella y elegante factura y tiene cinco metros de alto y unos tres de ancho.

Sobre este arco que abarca el conjunto va otro arco superpuesto y de él arrancan finas y elegantes agujas, y va rematado por un bello grumo sobre el que descansa una ménsula que sostiene un crucifijo que lleva a sus lados las imágenes de la Virgen y San Juan.

El retablo, propiamente dicho, lleva a su alrededor una bella greca labrada en madera rodeando el conjunto, separando la predela del cuerpo central del mismo, y sobre ella se destacan seis escudos de la familia y los fundadores.

El cuerpo central lo llena la imagen de Jesús con la cruz a cuestas, camino del Calvario. Tras él, ayudándole a llevar la cruz, va el Cireneo, y, a su encuentro, sale la Verónica, que trata de acercarse a Jesús para limpiarle el rostro con su toca, y al fondo, en lo alto, aparece un ángel. La escena está cargada de una emotividad singular, y toda ella se ve amparada por un bello doselete.
Encima va una bella imagen de San Miguel, a su derecha un símbolo marinero y a su izquierda Santa Catalina.

A los lados, dividido en cuatro espacios, van las imágenes de San Pedro y Santiago arriba, y San Juan y la Magdalena abajo, también con sus correspondientes doseletes.

Resumiendo la labor desarrollada en el retablo, el Sr. García Rámila, en un bello artículo publicado en el Diario de Burgos, dice: “En lo que toca a la ejecución de esta obra, nada deja que desear; doseletes, cupulinos, franjas, pináculos, efigies, trajes, fondos, tracerías, todo, en fin, está ejecutado con tanta perfección y delicadeza, formando un tan bello conjunto, que hacen de este retablo una de las joyas tal vez más preciadas del estilo flamenco en toda España”.

Se conoce de esta extraordinaria obra de arte su fecha de creación, que podría situarse en el siglo XVI. Lo que se desconoce es su autoría, aunque según opinión de Don Luciano Huidobro bien pudiera ser de Juan de Bruxelas, el autor del tríptico de Covarrubias, o según otros, de Diego de Siloe.

Entrevista.

Don Daniel, ex párroco de San Lesmes que actualmente está de misionero en Perú.

San Lesmes no era un místico, repartía panecillos a los peregrinos”

La vocación espiritual en algunas personas es preclara. Es el caso de Don Daniel. Cura desde muy joven, ligado a los grupos de jóvenes religiosos para favorecer su formación y mantener la fe de las nuevas generaciones, siempre tuvo muy claro que su labor no debía quedarse en el plano espiritual, y muestra de ello es su pronta marcha a trabajar como misionero en Sudamérica, donde su trabajo es esencial.
Me concede unos minutos de su valiosísimo tiempo ahora que ha vuelto a Burgos durante algunos días para ver a su familia, amigos y compañeros.

Pregunta: ¿Qué es lo que le mueve desde tan joven a llevar una vida completamente ligada a una profunda religiosidad?

Respuesta: La verdad es que, aunque suene a tópico, lo que hago lo hago por vocación. Es así de simple. Vas viendo según creces que para ti, aunque no le ocurra lo mismo a los demás, Dios está en todas partes, en cada acción y en cada gesto, y sientes que quieres hacer las cosas de este modo, viviendo por los demás, intentando ser mejor cada día, ayudando a quien no tiene tanta suerte como nosotros... Porque creo que quien tiene más, siempre debe compartir con quien tiene menos.

P: ¿Y qué tiene de especial la parroquia de San Lesmes para que haya sido su casa durante sus primeros años de vocación religiosa?

R: La verdad es que tardé algún tiempo en documentarme correctamente sobre la historia de nuestro santo y patrón de Burgos. Pero cuanto más conocía sobre lo que hizo, sobre su comportamiento y su filosofía religiosa, más de acuerdo estaba con sus planteamientos. San Lesmes, o el padre Adelelmo, como usted quiera, no era un religioso centrado en cuestiones místicas o que dedicase su vida al estudio de la religión, sino que practicaba la religión. Ayudaba a los enfermos cuidándolos, consolaba a los tristes, daba vida a los moribundos y repartía panecillos entre los hambrientos y cansados peregrinos.
Para que te hagas una idea, San Lesmes estuvo dieciseis años en Castilla, tan sólo seis en el Monasterio de San Juan, y la huella espiritual que dejó va camino de cumplir los mil.

P: ¿Así que, en su opinión, la religión debe practicarse y no estudiarse?

R: ¿Ha visto usted a alguien comiendo un libro? (Risas). No, no quiero decir que el estudio de la religión sea un trabajo en vano, la capacidad de raciocinio del hombre hace que estudiar, ya sea la religión o cualquier tipo de ciencia, sea tan necesario como costoso. Si no hubiera estudiosos de la religión, no habría personas capaces de resolver los problemas que esta plantea. Pero la parte práctica es igual de necesaria, hay que hacer llegar la idea de que, si nos ayudamos, siempre llegaremos más lejos y nos sentiremos más realizados que si nos dedicamos a intentar desbancar a los demás para lograr un triunfo individual, al nivel que sea.


P: Entonces, ¿usted se siente identificado con la figura de San Lesmes?

R: (Se queda pensativo antes de contestar) Creo que identificado no es la palabra. Mejor dicho, cuanto más supe sobre la figura de San Lesmes, más quería seguir sus ideas y su forma de comportarse. Como ya he dicho no infravaloro el trabajo de quienes oran, pero lo mío es la labor. Creo que mi trabajo y el que realizó el abad son completamente incomparables, dado que él no sólo fue el sustento de los débiles, sino que también realizó un trabajo de un valor incalculable mejorando las condiciones de higiene en la zona de la parroquia. A su llegada, un barrizal cubría los aledaños de la Iglesia y el Monasterio, puesto que es el punto donde concurren el río Vena y el Arlanzón. El padre Adelelmo había aprendido en Francia que las anegaciones podían solucionarse con esguevas que las drenaran. Así lo hizo, y mejoró notablemente las condiciones higiénicas de la zona, minimizando la posibilidad de contraer enfermedades tan letales en la época como la peste. El mismo Francisco Grandmontagne dijo de San Lesmes que había sido el «el primer higienista medieval».

P:¿Puede ser que San Lesmes conociera mejoras técnicas que aún no habían llegado aquí y las aplicó? ¿Es su caso como misionero en Sudamérica parecido a esta situación?

La verdad es que es posible que hubiera habido descubrimientos en Francia que aun no hubieran llegado a Castilla, pero es prácticamente imposible que las diferencias entre la Francia y la España de aquella época fueran similares a la diferencia entre los países desarrollados y los subdesarrollados hoy en día. Actualmente, en las zonas que son pobres, hay una escasez extrema y un subdesarrollo que cuesta creer al principio, cuando llegas de un lugar tan avanzado tecnológicamente hablando como España. Allí se mueven con medios de hace siglos, tienen unas condiciones de salubridad paupérrimas, hay falta de servicios mínimos, desnutrición, mortalidad infantil... Nos separa un abismo, no hay duda, pero si nadie intenta acercarlo, aunque sea centímetro a centímetro, siempre seguiremos estando separados por él.

P: Usted que ha estado muy ligado al tema de los jóvenes y la Iglesia, ¿cree que debemos tener esperanza en la juventud? ¿Cree que la juventud intentará, centímetro a centímetro, acercar el desarrollo y el subdesarrollo?

La verdad, la juventud es extraordinaria. Del mismo modo que oyes comentarios ofensivos típicos como: “Dónde vamos a ir a parar con esta juventud” puedes ir a la parroquia y ver que hay jóvenes que sí que se preocupan de ayudar, que creen en Dios, que tienen fe en que pueden mejorar este mundo, que no pierden la motivación a pesar de todos los obstáculos que surgen cada día todos los días. Por supuesto que hay jóvenes que no quieren ni oír hablar de Dios, pero muchas veces rechazan algo que ni siquiera conocen, porque cuando eres joven,si te imponen en lugar de explicártelo, puedes desarrollar un rechazo total hacia ello, simplemente por ser una obligación.
Pero todo joven sabe cómo debe actuar al final.